Probablemente el mayor problema de la carrera de los hermanos Wachowski es que tocaron techo demasiado pronto. Matrix fue su segunda película, y fue un auténtico bombazo comercial que encandiló a casi todo el público y a buena parte de la crítica, tuvo una influencia desmesurada en el cine de género que llegó después, y supuso para muchos la reconciliación entre la cinefilia y el frikismo (servidor se declara culpable). Frente a ese impacto que nos causó a casi todos, era muy difícil que lo que viniera después estuviera a la altura; y tanto la continuación de la saga como sus siguientes obras se han quedado muy lejos de ese éxito unánime.
Después del flirteo con el cine de culto que supuso la muy reivindicable El Atlas de las Nubes, los hermanísimos vuelven al cine de acción de espíritu supercomercial con esta Jupiter Ascending, en la que nos presentan a la más insospechada de las heroínas: una limpiadora llamada Júpiter que vive entre madrugones e inodoros, pero a la que el destino le depara grandes cosas, y que se verá inmersa en una guerra interplanetaria. Prefiero no contaros nada más, porque la primera mitad de la película hace un esfuerzo notable por meterte en el estado de ánimo de Júpiter, es decir, que sabes tan poco como ella de los acontecimientos imposibles que se desarrollan a su alrededor.
Como es su costumbre, Andy y Lana pueblan su obra de referencias a sus sagas favoritas; encontramos planos que recuerdan visualmente a Star Trek o Blade Runner, y un enfrentamiento bélico-comercial-familiar con ecos de Dune. Pero en gran parte, tal vez por diseño o tal vez porque no pueden evitarlo, nos intentan recordar a aquella primera parte de Matrix. La estructura descrita, en la que el primer acto nos sumerge de cabeza en un mundo desconocido, y después la acción se detiene para que tomemos aire y para que la protagonista aprenda al igual que nosotros que el mundo (galaxia en este caso) no es lo que ella creía, nos recuerda mucho a la revelación de Neo. La dominación de los humanos por parte de las máquinas y el manto de ilusión que habían tendido sobre ellos para que ignorasen su condición de esclavos se podía leer fácilmente como una referencia al supuesto bienestar de la clase media en la sociedad de consumo; cuando en El Destino de Júpiter nos presentan una clase privilegiada que trata a los humanos «de abajo» como ganado, de forma aún más dramática que en el caso de Matrix, pero está obsesionada con dar a su dominación una apariencia de legalidad a través de un aparato burocrático anquilosado y corrupto, es difícil no acordarse de los titulares de los últimos años.
Pero aparte de todo eso, el interés principal de esta película son sus espectaculares imágenes, tanto de civilizaciones y astronaves extraterrestres, como de combates y persecuciones de acción frenética. Como mandan los cánones del género, los protagonistas Mila Kunis y Channing Tatum no lucen unas dotes interpretativas demasiado notables, pero sí un atractivo físico y un carisma que nos anima a seguirles en su aventura; entre los personajes secundarios sí encontramos nombres de talento como Sean Bean o Eddie Redmayne, que tampoco tienen aquí sus trabajos más lucidos pero ayudan a dar solidez y credibilidad al conjunto.
No estoy seguro de que sea una recomendación infalible. La estética tan particular, el abandono con el que la película se lanza a contar una historia tan fantasiosa, los ecos de determinadas creencias pseudocientíficas, y el estado de despiste en que nos mantienen durante los primeros treinta minutos, puede echar para atrás a más de uno. Pero creo que los Wachowski han creado un entretenimiento muy sólido y debéis darles una oportunidad.
Escrito por Mario Villar
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